La bicicleta, tal y como la conocemos hoy, fue un invento que se popularizó a finales del siglo XIX.
Aparecieron las primeras bicis con transmisión por cadena.
Ya no hacia falta impulsarse con los pies en el suelo, o bien haciendo rodar una gran rueda delantera accionada directamente con unos pedales sobre la misma. Se introdujeron los frenos, los guardabarros, proto-suspensiones, e incluso, las luces.
Fue una verdadera revolución porque permitía a la gente tener libertad y autonomía para desplazarse y supuso un gran cambio en la vida de las personas.
Pero, sin ninguna duda, el mayor efecto que tuvo la bicicleta fue en la vida de las mujeres, ya que se convirtió en el vehículo de su emancipación, aumentando sus derechos y cambiando para siempre su estilo de vida.
Si hoy la bicicleta es popular, fue gracias a que a finales del siglo XIX las mujeres la hicieron popular.
Pero como todos los cambios, y especialmente si en esos cambios hay mujeres de por medio, estos topan con resistencias: Rápidamente aparecieron sectores contrarios a la bicicleta.
Algunos de ellos miraron de disuadir la población de su uso prediciendo nuevas enfermedades que afectarían los ciclistas. Por ejemplo, la “chepa ciclista” causada por la posición doblada sobre la bicicleta, dolor de garganta debido a largas paseadas por caminos polvorientos o la “cara de bicicleta”, causada por el continuo esfuerzo de mantener el equilibrio.
Pero todos estos males eran especialmente graves para las mujeres: la exposición al frío y la humedad “puede suprimir o dejar menstruaciones irregulares y terriblemente dolorosas y sembrarlas de futuras enfermedades” según un diario de 1895.
Gente, especialmente mujeres, que se atrevían a usar “máquinas” para desplazarse, era una imagen que causaba estupor en los guardianes de la “moral”, generaban odio y rabia en las mentes retrógradas que vivían aún ancladas en la extinta época victoriana.
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Hoy, este site es muy popular, y casi diría que no lo es por merito propio, ni por lo “mucho” que vamos publicando (nuestro tiempo es escaso y esto no da de comer a nadie), sino que lo es, como un mero reflejo de la popularidad que esta ganando la bicicleta eléctrica de montaña.
Hoy ya somos una opción popular dentro del deporte lúdico.
Pero como siempre que algo se populariza, hay quién se resiste al cambio.
Hoy, las mentes “victorianas” de nuestro tiempo, nos dicen que una cadena de transmisión, es aceptable; que unos engranajes que multipliquen nuestra fuerza, son aceptables; que unos rodamientos que minimicen la fricción, son aceptables. Que usemos desviadores accionados remotamente, incluso electrónicamente, es aceptable. Suspensiones con materiales aeronáuticos, es aceptable.
Pero que un motor eléctrico se complemente a nuestro esfuerzo: NO es aceptable.
Nos dicen, con vehemencia, que “no somos ciclistas”
Nos dicen que somos un cáncer, que somos los vagos que no merecemos ocupar el espacio de otros.
Yo no voy a contestaros, porque para mi no merece la pena intentar cambiar vuestras mentes “victorianas”.
Specialized, la marca que le ha hecho falta a este segmento para que muchos se acercaran a la bicicleta eléctrica, si lo ha hecho.
Os llama “escépticos”.
Escépticos, con la intención que un día dejéis de serlo, porque ellos os quieren vender una bici.
A mi, como me da absolutamente igual que os acabéis comprando una o no (aunque sé que lo acabaréis haciendo) prefiero ignoraros, porque para mi ,sois los mismos guardianes de la moral del siglo XIX.
Así que mejor os dejo que sea Specialized quien os responda: ¡Escépticos!
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